La historia de la caída de Adán es la historia de la caída de todo hombre. En su brevedad y profundidad es simple y sencilla, casi mítica. Y de esta manera todo hombre entra al mundo con una pérdida de corazón planificada. Entonces viene la historia de la que estamos mucho más conscientes: la nuestra. Aunque la historia de Adán parece simple y sencilla, la nuestra parece compleja y detallada; participan muchos más personajes, y la trama a veces es difícil de seguir. Pero el resultado siempre es el mismo: una herida en el alma. En su viaje a convertirse en hombre, todo niño lleva una flecha en el centro de su corazón, en el lugar de su fortaleza. Puesto que rara vez se analiza la herida, y aún más rara vez se sana, todo hombre lleva una herida. Y la herida casi siempre se la ha hecho su padre.
Llega un momento en el que simplemente demos enfrentar los retos y dificultades en nuestras vidas dejando de retroceder.
¿Tengo lo que se requiere? ¿Soy poderoso?
En alguna o varias circunstancias de nuestra infancia, nos plateamos la pregunta y a medida que nuevos eventos acontecen en nuestras vidas la pregunta sigue surgiendo.
En tu infancia, ¿De qué forma fue respondida tu pregunta?
Hasta que un hombre sepa que es un hombre, siempre intentará probar que es uno.
La mayoría de hombres viven obsesionados con la pregunta o lisiados con la respuesta que se les da.
De dónde viene la masculinidad
La masculinidad es conferida. De hombre o de un grupo de hombres, un niño aprende lo que es y lo que tiene. No puede aprenderlo en ningún otro lado. El padre ha sido empoderado para brindar identidad a sus hijos.
Adán recibe su nombre de Dios y es autorizado con el poder de dar nombre.
Abraham nombró a Isaac (Que significa «Aquel con el que Dios reirá» o «Aquel que hará reír»)
Isaac, aunque no les dio nombre a sus hijos, estos imploran con desesperación su bendición.
Jacob obtiene la bendición y la trasmite a sus hijos, les da nombre y una identidad.
- Judá significa “Adorador de Dios”
- Rubén, “Mirad un hijo” O “el que mira al hijo”
- Gad, “Ser coronado” “ser bendecido”
- Aser, “Bendecido” “Feliz” “Prospero”
- Neftalí, “El que lucha” “Contienda”
- Manases, “El me hizo olvidar” “Hacer olvidar”
- Simeón, “Oír” “Discernir” “Obedecer”
- Levi, “Unir” “El que une”
- Isacar, “Recompensa” “Trabajar por salario”
- Zabulón, “Habitación” “Morada” “Continuidad”
- José, “Añadir” “Agregar”
- Benjamín, “El hijo de mi mano derecha”
El padre del bautista lo llamó Juan, aun cuando el resto de la familia lo quería llamr como su padre, Zacarías.
Incluso Jesús necesitó oir estas palabras de afirmación de su padre. Luego de ser tentado y del brutal ataque a su identidad en el desierto, papá dice:
Lucas 3:22 (RVR1960)
22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
En otras palabras:
Jesús, estoy profundamente orgulloso de ti, tú tienes lo que se requiere.
Hay una jugada crítica cuando un muchacho ya no saca su identidad de la madre sino del padre. Note que hizo falta una intervención activa del hombre, siempre es así.
Madres e hijos
Aunque la madre sea el centro del universo de los chicos los primeros meses y años de nacidos, llega un momento de cambio inevitable donde el niño busca el afecto del padre.
Por supuesto, un niño necesita profundamente ese cariño sempiterno de la madre, sin embargo, ese amor no puede responder la pregunta más profunda de su corazón. Es el padre quien brinda un nombre y una identidad.
Aunque el rol de la mujer en la vida del hombre sea fundamental, la feminidad nunca puede conferir masculinidad.
Si una mujer no permite que su hijo sea peligroso, que corra en busca de su masculinidad, lo castrará.
La primera vez que leí todo este capítulo no podía dejar de ser algo abrumador para mí, pensé en simplemente dejar el libro desesperanzado porque lamentablemente nunca estuve en una iniciación o algo cercano a eso con mi papá. Me agotaba el hecho de pensar que si todo esto era cierto, qué sería de mí y de mi masculinidad ya que viví toda mi vida en una familia matriarcal, donde mamá fue la que brindo la estabilidad, el amor y un montón de cosas representativas que fue papá quien necesitó suplir. Qué de esos cientos de hombres que al igual que yo se han criado con padres poco presentes.
Pero no tuvo que pasar mucho tiempo para darme cuenta que esto en serio es cierto. Si existe tanto caos hoy en día es por la ausencia de esos padres que han debido ponerse al frente haciendo la voluntad de aquel que nos ha creado.
Aunque mi iniciación comenzó con mi padre celestial que decidió formar (y seguir formando) en mí un corazón que se parezca al de Él, Dios mismo dio inicio a una buena relación con mi papá que me han terminado de sellar mi identidad.
Quizás tú no tengas la misma posibilidad que yo de tener esa oportunidad tardía de permitir que Dios te bendiga a través de una iniciación con tu papá biológico pero Dios está interesado en formar tu identidad. Será ÉL mismo iniciándote pero también colocando hombres representativos en tu vida para brindarte esa identidad, porque como ya hemos leído, la masculinidad sólo puede ser conferida, y es de hombre a hombre que esto sucede.
Dios está llamándonos a nuestra iniciación, Él desea ser nuestro padre y enseñarnos de las formas necesarias a ser verdaderos hombres. Sin embargo, Dios sabe que no podrá avanzar mucho al menos que sanemos nuestra herida con nuestros padres terrenales, por esta razón, nuestro primer paso debe ser examinar nuestro pasado e identificar cuáles son esas heridas con papá. Qué hizo él o que dejó de hacer. De qué forma ha sido respondida mi pregunta en el pasado.
Bly dice: «No recibir ninguna bendición de su padre es una herida… no ver a su padre cuando se es pequeño, nunca estar con él, tener un padre lejano, un padre ausente, un padre adicto al trabajo, es una herida.»
En el caso de padres silenciosos, pasivos o ausentes, la pregunta queda sin respuesta: «¿Tengo lo que se requiere? papá ¿Soy un hombre?» Su silencio es la respuesta «No lo sé, lo dudo… tendrás que averiguarlo por ti mismo… probablemente no».
Todo hombre tiene una herida. No conozco a nadie que no tenga una. No importa cuan buena parezca haberle parecido su vida, usted vive en un mundo destrozado, lleno de gente destrozada. Su padre y su madre por maravillosos que parezcan, no pudieron haber sido perfectos. Ella es una hija de Eva y el un hijo de Adán, por lo tanto no hay forma de atravesar ese campo sin salir herido. Y todo herida ya sea agresiva o pasiva, llega con un mensaje. El mensaje se siente final y verdadero, absolutamente cierto, porque se pronuncia con mucha fuerza… Muchos hombres viven un falso yo, una representación, que se relaciona directamente con su herida.”
Toda herida, deja un mensaje y el mensaje nos lleva a hacer un acuerdo (juramento). Y cada una de estas heridas son las que forman el falso yo. El inicio de nuestra búsqueda a la sanidad debe comenzar no en el falso yo, que es el personaje que hemos creado de nosotros mismo a través de todos los juramentos que hemos hecho debido a nuestras heridas, sino es ahí, en nuestras heridas donde se origina todo.
Por supuesto, no todas las heridas se interpretan de la misma forma. Una herida a hombre puede dar un mensaje totalmente diferente a otro hombre que reciba la misma herida. No es una fórmula genérica y es un trabajo arduo (pero que vale la pena) identificar las heridas que nos han causado y a su vez los mensajes que hemos recibido. Esto nos llevará a ver todos los acuerdos que hemos hecho y así poder erradicar ese falso yo que ha imperado por tantos años en nuestras vidas.